jueves, 19 de febrero de 2009

Perdonen la franqueza

Augusto Rubio Acosta

No hay nada que me joda tanto como escuchar a los políticos caducos, lamentables e hipócritas, hablar de moral y prometerle al pueblo -en la plaza o en cualquier noticiero de TV- la ansiada estabilidad económica, asegurar que habrá empleo suficiente para todos y que al fin se desterrará la pobreza, la injusticia, la maldita corrupción.

No hay nada que le reviente más a éste cimarrón que leer publicaciones pésimamente escritas; me jode hasta el límite estar en la cola del estadio, del paradero interprovincial o de saludo del matrimonio, y que alguien (alguna fémina atractiva o vieja decrépita) pretenda “colarse”. Me revientan los cantantes sin voz en el mejor de los karaokes; las mujeres vulgares, “lanzas” y sofisticadas; los que dicen ser periodistas pero la profesión les queda grande a pesar de sus estudios de postgrado. Me joden además los peloteros de fin de semana (¿acaso no tienen nada que hacer?) y el respectivo “full vaso”; los padres que compran metralletas de juguete a sus hijos; los menores de edad que mueren de una bala perdida y por la espalda; los TLC; la gente hipócrita; los piscos peruanos pero “chilenos”; los que dicen “Que Dios te bendiga” si les das una quina; tantas cosas…

Para variar, este pechito odia a quienes crían perros y no saben cómo cuidarlos o evitar que muerdan al prójimo (después se escudan en seudo asociaciones protectoras de animales); odia a la Policía (en verdad no la odio sino la desprecio) y a sus abusivos y corruptos integrantes. A este cimarrón le jode (además le da risa) que los ignorantes del Gobierno Regional de Áncash no tengan un solo proyecto de desarrollo cultural en su lista de prioridades; le revienta que los municipios de la provincia no promuevan la lectura y todo lo vean construir “Mercados Mayoristasa media cuadra del chongo y “Polideportivos” sobre los desolados arenales. Me da bronca los que se emborrachan y provocan trifulcas, los que afanan hembritas con sonrisa fingida, los profesores que no nunca leen (y jamás leerán) y los tristemente célebres jueces y trabajadores del Poder Judicial, el edificio ése que nos avergüenza a todos.

Me dijeron que no debería escribir sobre las cosas que odio sino aquéllas que no odio, que sería más sencillo para mí –dada mi naturaleza- “carburar” sobre ello. Gastaría menos papel, seguro; ¿por qué no mencionas sólo lo que te agrada, Augusto?, usarías menos tiempo y los aburridos conductores de “Escenario público” no estarían mirando el reloj a cada rato…

El hecho es que detesto también que la gente gaste su plata yendo al estadio a ver a la selección peruana (qué triste), y me irrita que existan quienes creen que el José Gálvez algún día llegará a la Libertadores (son tan ilusos). Me da náuseas comprobar que la prensa vendida gana cada vez más adeptos, que aparezcan más locutores de programas chicha y tristes periódicos y revistas dedicados a la farándula, al fútbol y al seudo periodismo. Olvidaba decir que me revienta sobremanera que al tema cultural las autoridades no le den importancia (allá ellos, que se jodan). Podría matarlos a todos, pero no creo que valga la pena; además me ensuciaría las manos, son demasiadas las cosas que me molestan y sólo he podido acordarme de algunas de ellas en esta combi camino a mi Taller de Teatro. Me toca bajarme, ¡esquina bajan, tío! Mi vuelto, pe´… Sé que este chofer y su inmundo cobrador podría ser uno de los personajes que he nombrado hoy y sobre los que he escrito en ésta mi libreta que siempre me acompaña. Es todo, amigos; tranquilos no más, yo no los odio. Me jode sí que no me escuchen (perdonen la franqueza), que cambien de emisora y sintonicen al animal ése de la otra radio (la que ¡sí mueve!). Es tarde; ¡pie derecho, pie derecho! ¡Ya bájate, oye, Cabeza e´ libro!...

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